Hotel de negocios en Kanoya, la ciudad central de la península más meridional de Japón. La idea era construir un hotel de negocios con un presupuesto bajo, necesario para la situación actual, y brindar una oportunidad a la ciudad, que carece notoriamente de recursos turísticos, donde los terrenos baldíos proliferan. También se adquirió el estacionamiento situado detrás del hotel, para poder construir una ampliación y disponer del espacio necesario, evitando demoler el edificio existente. Esta ampliación redujo, aunque ligeramente, el número de solares vacíos de la calle y creó un pequeño paisaje urbano con cuatro edificios (tres equipamientos), entre ellos una quesería diseñada por nosotros en un solar vecino para potenciar la educación alimentaria y un restaurante ya existente al lado, creando actividades y eventos animados a escala peatonal.
La comunidad local quería una novedad más que un hotel antiguo, así que para conseguir ambas cosas, la ampliación no se adosó al edificio existente. Están separados por un estrecho vano, que no es ni un callejón ni un patio, creando fachadas que confieren a cada edificio un ambiente diferente. Además, la altura de la ampliación es diferente de la del edificio existente y la forma general está distorsionada, por lo que no es un simple espacio cuadrado. Los puentes que conectan los dos edificios y el pasillo del nuevo volumen son exteriores. La composición es sencilla pero rica para que, al salir de la habitación, el huésped perciba el aroma rural y saboree el fantástico paisaje, como la niebla matinal.
Los acabados interiores y exteriores también abrazan la contradicción entre caos, novedad, sofisticación y afinidad. Y es que el hotel es un espacio en el que entran y salen personas y objetos de las más diversas procedencias. Por tanto, es necesario crear un espacio objetual abierto e inestable, con muchos vanos entre espacios que puedan acogerlos a todos, en lugar de una unidad absoluta que exija coherencia para todos los objetos colocados en el espacio. Para ello era necesario convertirlo en un lugar donde personas y objetos pudieran ser aceptados.
Los objetos de cada espacio se dividen en tres o más grupos, cada uno con el mismo tamaño, textura y estilo, pero con suficientes diferencias y contradicciones entre los grupos para seguir la fluidez del espacio. Pensamos que estas diferencias y contradicciones se convertirían en "pistas", "huecos" (en el espacio) que harían que las personas y las cosas se sintieran cómodas y tensas, así que las dejamos como estaban sin unificarlas.
Este tipo de espacio, basado en la relación entre objetos, crea el efecto de comodidad y agrupación mediante la repetición de la exclusión y la inclusión, como en el caso del espacio de Adolf Loos, y puede convertirse en una nueva perspectiva del espacio en una sociedad de consumo, como un espacio kitsch que confiere una sofisticada complejidad a la vida cotidiana.